Ayer recibieron sepultura los restos mortales del joven de Fuente Obejuna Juan Miguel Díaz Expósito, tras el funeral que se celebró en la parroquia Nuestra Señora del Castillo. Este joven, de treinta años de edad, era aficionado a la hípica y uno de los componentes de la Banda Mellariense de Cornetas y Tambores, en la que comenzó a tocar hace algo más de dos años. Los miembros de esta formación musical homenajearon a su amigo realizando el pasacalles del primer día de feria formados, en silencio, portando un brazalete negro y el tambor de Juan Miguel.
El director de la banda, Eusebio Medina, lo define con una palabra: «humanidad». Y todos los mellarienses, cuando recibieron el martes la noticia de su fallecimiento, eran conscientes de que les había dejado una buena persona.
Al final y tras luchar durante varios años contra la enfermedad, Juanmi fallecía en la mañana del pasado martes, la noticia se propagaba rápidamente y eran muy numerosas las personas que se acercaban hasta el tanatorio para acompañar a una familia muy querida en Fuente Obejuna. Su madre, Loli; su padre, Juan y sus hermanos, Dani y María, recibieron innumerables muestras de apoyo en estos duros momentos y pudieron recibir una parte de todo el cariño que Juan Miguel, a pesar de su juventud, sembró entre todos aquellos que lo conocían. Descanse en paz, Juan Miguel, una buena persona.
Ante la imposibilidad de despedirnos de todos nuestros conocidos y amigos, queremos desde esta columna editorial y a través del Sr. Cabezas, magnífico comentarista de las efemérides de Fuente Obejuna, en nombre de mi esposa María y de nuestros hijos María, Jesús y Fernando, y en el mío propio, hacerles llegar desde aquí el agradecimiento a todas aquellas personas con las que hemos compartido nuestras vidas durante más de catorce años, especialmente a las autoridades y profesores tanto de los colegios primarios como del instituto, donde han hecho de nuestros hijos, gracias al esfuerzo y dedicación de estos, unos magníficos estudiantes y formidables muchachos, gracias de todo corazón. Al servicio médico “inmejorable” del que hemos disfrutado, a las farmacias, a las atenciones de los comercios en general, supermercados, mercado de abastos con sus magníficos profesionales y como no a los distintos párrocos y catequistas que desinteresadamente y con gran vocación han adoctrinado y preparado a recibir los Sacramentos a nuestros hijos.
