Los mayores son los que se encargan de explicar todo el proceso a los visitantes.
Cuando uno observa con sus propios ojos cómo van llegando hasta Alcornocal los vecinos que por circunstancias de la vida tuvieron que irse fuera para trabajar, pero que no quieren perderse la fiesta de la matanza, se da cuenta de la relevancia que esta actividad continúa teniendo, pasado seis años ya desde la primera edición.
Los mayores nos muestran cada año cómo podía llenarse la despensa tras el sacrificio de un cerdo y lo hacen todo como entonces, de forma artesanal. Debemos estarles agradecidos a este grupo que recuerda que la matanza fue una forma de subsistencia para muchas generaciones. Ellos, no lo olvidan.
El pasado fin de semana, tras las tareas habituales del sacrificio del animal y su despiece, la elaboración de «chichillas», morcillas y chorizos, se degustó carne a la brasa, hubo exhibición de doma vaquera y, a mediodía, migas. Además, se realizó la «escultura de fuego» y un sinfín de actividades. Pero en este día también hubo tiempo para disfrutar del bello paisaje de Alcornocal.