A veces entras en el bucle del día la marmota cuando menos lo esperas. El sábado asistí a un acto informativo y reivindicativo promovido por partidos de izquierda y asociaciones y colectivos ecologistas sobre el almacén de residuos radiactivos de El Cabril y el desmantelamiento de las centrales nucleares. Los discursos volvían a retomar argumentos, modos, maneras y sentimientos calcados de aquellas concentraciones de los años ochenta y noventa, y estas cosas le dejan a uno cierto desasosiego porque avizoras que se mezclan datos objetivos con supuestos, intenciones con intencionalidades, deseos con realidades. En este día de la marmota en el que te das cuenta de que el tiempo no es que se haya parado sino que retorna una y otra vez, la sensación final que te queda es la del desengaño, quizás arrastrada desde el pasado hasta el presente por viejos engaños y pivotando, sobre todo ello, la desinformación, la falta de transparencia oficial, el juego del escondite. Porque la mayoría de las preguntas, a 18 de noviembre de 2017, siguen siendo casi las de hace dos décadas: ¿Por qué la Junta apoya estas reivindicaciones y reclama compensaciones económicas para las comarcas afectadas, cuando es ella la que recibe compensaciones y luego no las materializa en ayudas al progreso social y económico? ¿Por qué el gobierno no aclara si están llegando o van a llegar, procedentes del desmantelamiento de las centrales, residuos de alta actividad a El Cabril –con auditores independientes externos– y tenemos que seguir moviéndonos entre conjeturas y sospechas? Si no es así, ¿dónde se están ubicando, ya que el almacén temporal centralizado previsto en Villar de Cañas (Cuenca) aún no funciona, y en las propias centrales no van a estar eternamente? ¿Por qué, aprovechando la pasada crisis, se fulminó la Fundación Enresa que, mal que bien, financiaba algunos servicios en las poblaciones limítrofes, que además ahora son solo dos en Córdoba: Hornachuelos y Fuente Obejuna? ¿Por qué no son las regiones productoras de residuos quienes los almacenan? ¿Por qué, al contrario que en otros países, esta actividad no produce progreso económico aquí?
Albeto Díaz – Villaseñor