Rincón Literario: «Las lágrimas de la luna»

En el Periódico del Valle del Guadiato editado en Peñarroya-Pueblonuevo, cuyo título es «El Periódico», en el número 240 correspondiente al mes de marzo del 2012 ha participado un miembro del Club de Lectura con una narración titulada:

LAS LÁGRIMAS DE LA LUNA

En una blanca y señorial casa situada a las afueras de un hermoso pueblo, una chiquilla feliz e ilusionada contempla desde la ventana de su habitación el cielo limpio y poblado de estrellas, luego mira la luna, siempre le intriga el astro de la noche. De pronto siente un escalofrío y se mete en la cama perdiéndose bajo el suave y calentito edredón, allí se siente segura demás es tan feliz, está tan ilusionada: Mañana será su cumpleaños y recibirá montones de regalos, tendrá una fiesta preciosa con globos, piñatas, bocadillos, golosinas y una enorme tarta en la que habrá nueve velitas que son los años que ella cumple. La niña mientras le rinde el sueño piensa en que antes de apagar las velas deberá pedir un deseo ¿qué pediré? -se pregunta-. En esto entra su madre y se acerca a la cama. Sigilosamente le arregla el embozo y la besa dulcemente en la mejilla, ella se hace la dormida y la mujer se retira, el corazón de la niña rebosa de gozo, le encanta que su madre la mime. La niña tarda en quedarse dormida pues la ilusión del cumpleaños la tiene agitada, cuando lo hace sueña algo extraño e inquietante relacionado con la luna. Lo olvida cuando la puerta de su habitación se abre y aparecen todos sus familiares con montones de regalos cantando la famosa canción del cumpleaños feliz.

Muy lejos de allí, en un triste poblado cuyas casas son humildes y chabolas, otra niña contempla la misma luna, el mismo cielo, las mismas estrellas. También mañana ella cumplirá nueve años, pero no tendrá regalos, ni tartas, ni amiguitos que vengan a su fiesta: Ella no los tiene porque no puede jugar con ellos es huérfana de padre, y su mamá está gravemente enferma, por eso, debe cuidarla, hacer las tareas de la casa, y atender a sus tres hermanitos pequeños. La niña desde la puerta de su chavola mira la noche, en el interior de la choza sus hermanitos descansan en un humilde camastro después de comer algunos alimentos que les ha traído el padrecito, (un santo sacerdote que se desvive por aquellas pobres gentes). La niña se siente cansada, es muy pequeña para tanto trabajo, pero aún así esta noche no tiene sueño: También ella piensa en su cumpleaños, le han dicho, que en otros mundos privilegiados, los niños reciben ese día muchos regalos ¿Dónde estarán esos mundos? -se pregunta-. La niña mira la luna grande y lejana, siempre que siente tristeza lo hace para no llorar, porque su madre cuando era más pequeña y lloraba, para consolarle le contaba una leyenda que se titulaba las lágrimas de la luna. En ella, se narraba, que cuando un niño está triste y llora la luna llora también, y la luna no debe llorar para que las lágrimas no empañen su brillo. La voz de su madre llamándola la saca de su abstracción. La chiquilla llega hasta la cama y se acerca a la mujer, ésta le pide que se siente a su lado y comienza a hablar: Hija mañana cumplirás nueve años, ya eres una mujercita y así lo estás demostrando, por eso te hablaré como a una mujer. Como sabes estoy muy enferma y si no llega a tiempo esa medicina que ha pedido el padrecito puede pasarme algo, si me pasa no tengas miedo él os ayudará a tí y a tus hermanos. Mamá -le contesta la niña-, claro que llegará a tiempo la medicina. Bien, pero si no es así y me tengo que marchar con el Diosito, tú no estés triste yo estaré en el cielo pidiéndole, velando por vosotros. Descuida mamá, yo siempre voy a estar alegre y también a procurar que lo estén mis hermanos, descansa. La niña besa la frente húmeda de la mujer y la arropa dulcemente, le gusta tanto cuidarla, luego, se tiende ella en el camastro junto a sus hermanos pensando en las palabras de su madre, el solo pensamiento de perderla la llena de profunda amargura, pero tiene que ser fuerte, se lo ha prometido. Pronto la rinde el cansancio y se queda dormida. Al día siguiente cuando llega el padrecito viene muy serio, la medicina no ha llegado aún. Aguanta (le dice a la pobre mujer) hoy llegará el medicamento. Ella asiente sonriendo débilmente agotada por la fiebre. El día transcurre tristemente, la mujer agoniza. En la noche llorará la luna.

Pilar Paños Paños.                              

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