EL GUERRERO VENCEDOR
Tengo un castillo que desafía el viento, vasallos, que a mi poder se inclinan, de las mujeres, tengo sus amores, del cielo, las estrellas que lo iluminan. Poseo el furor, el poder y la fuerza, el enemigo ante mi furia se aterra, tengo briosos caballos de sangre y pureza, y titánicos lanceros para la guerra. El mundo me rinde pleitesía y honores, en el fragor de la lucha soy conocido, mi blasón y mi estirpe es de héroes, el león de mi escudo yergue enfurecido. Siempre fui indómito en reyertas y peleas, vencedor implacable en desafíos, nadie me venció en mis quimeras, ni en amores, ni en amoríos. Hoy… gime mi altanera raleza por un amor desconocido, por unos ojos, se derrumban mi fortaleza una dama, ha conquistado mi poderío. Y entre los hierros del vil amor mi altanería se diluye y mis bríos, por unos ojos de tigresa fementidos arcabuz; que me han desposeído en una batalla que creí siempre mía sin contar con la traición de Cupido.
|
EL LOCO ORADOR
Un loco le dio por manía dar discurso todos los días, y en su desequilibrada oratoria voces sin ton ni son argüía, más los que le oían ignorantes del demente enfervorecidos aplaudían al parlamentario “excelente”. Todos atónitos le escuchaban sin asimilar nada por obtusos pero con ardor le proclamaban en sus delirantes discursos. Como es de comprender sus mentes quedaron desequilibradas de oír tantas soeces y desaciertos, porque en verdad es cierto lo que dice el refrán: “Que un loco hace ciento”.
|