AMADAMENTE MORENO
¿Aún duermes bajo la encina el doliente sueño de tu fugaz infancia?. ¿O perlas tu venerado rostro, amadamente moreno, con gotas de afanes que derivan en niebla?. Tus manos, engrandecidas por la devoción con que te tengo, consuelan la sangre desengañada que brota en extravíos por esta piel sin tiempo. Aún te presiento y no querré nunca difuminarte, tocado por ese sino que hacía florecer los olvidados olivos de un campo sin sueño. Acúname en esta tarde rota por la distancia que se separa tu fría tierra de mi desangrado corazón; y al oír de nuevo tus tiernos lamentos, reconoceré, quedamente, los charcos y cielos que conformaron mis silencios junto a los tuyos.
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Carmen Agredano González
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