Fuente Obejuna, entre la literatura y la historia

“¿Quién mató al Comendador? / Fuente Ovejuna, señor”. Esta es la única respuesta que obtiene el juez encargado de resolver el crimen del comendador Fernán Gómez de Guzmán en la famosa obra del dramaturgo Lope de Vega. Sobre los hechos que ocurrieron en la localidad cordobesa a finales del siglo XV se han escrito ríos de tinta y, aunque unos textos son más fieles que otros a la realidad histórica, todos ellos sirven de documento de lo que allí aconteció.

Fotos de Rafael Sánchez Ruiz durante la representación del año 2006

Lope de Vega, con el particular talento de su visión literaria, trascendió la mera noticia de una sublevación popular, no inusitada en aquella época de crisis y convulsiones sociopolíticas, elevándola a la categoría de referente universal: la opresión contra la tiranía, la dignidad del pueblo llano frente a la prepotencia de los nobles. Joaquín Martínez Bjorkman consideraba esta obra como el máximo exponente del teatro político, refrendando la opinión de otros escritores que, sin llegar a esta afirmación extrema, propugnan el reconocimiento debido a una obra maestra de la dramaturgia del honor y la dignificación del pueblo1.

Debieron de ser varias las fuentes documentales en las que Lope de Vega pudo haber conocido la existencia de este tumulto popular. José Valverde, cronista cordobés, afirma que fue un opúsculo de los primeros años del siglo XVII, de autor desconocido y del que se conocen varias versiones, titulado Casos raros ocurridos en la ciudad de Córdoba, el que inspiró el texto de Lope, mudando la apresurada prosa por versos notables. Según nos refiere este autor, el relato número 21, conocido como el “Caso del Comendador de Fuente Obejuna”, es antecedente directo del drama histórico, no sólo por la minuciosidad de detalles en el asalto al castillo, la adecuación en el número de acompañantes que servían al Comendador —y que con él encontraron la muerte— y la defenestración de Fernán Gómez de Guzmán aún vivo para que cayera sobre las picas y chuzos de los pobladores que al pie de la torre aguardaban sedientos de vengar las injurias infligidas, sino, sobre todo, por la coincidencia capital de ser mujeres quienes enarbolan el estandarte de la rebelión villana2. Es idénticamente comparable el episodio histórico del juez pesquisidor que envían los Reyes Católicos para esclarecer los términos y las circunstancias de tan extraño y conturbador suceso. En ambas obras son niños y ancianos los que, bajo el potro y la mancuerda, se mantienen firmes con la voz unánime e inconmovible de “Fuente Ovejuna, señor”3.

Hemos de pensar, sin embargo, y en esto coinciden investigadores y críticos, que la obra de Lope se basa en la Chrónica de las tres Órdenes de Cavallerías de Santiago, Calatrava y Alcántara, según la versión que Francisco de Rades y Andrada4, capellán de Felipe II, realizó sobre el hecho de Fuente Obejuna en 1572, casi un siglo después, a cargo de la editorial toledana de Juan de Ayala; crónica que asimismo sirvió de referente, según asegura el profesor Francisco López Estrada5, a la obra homónima de Cristóbal de Monroy6. En ella se narran los abusos del comendador don Fernando de Guzmán contra el pueblo de Fuente Ovejuna que, ahíto de sufrir sus infamias, determina darle muerte y canibalizarlo para que de él no queden ni los restos mortales. El texto de Monroy aporta elementos pagánamente piadosos al relato de las crónicas de Alonso de Palencia, otro autor que abordó el asunto, mucho más cercano al hecho, quien pondera la bestialidad de los sublevados con exacerbado ahínco7. Cristóbal de Monroy condona al Comendador del nefando fin al que los vecinos de Fuente Obejuna lo pretenden someter. Devorado por los jueces y ejecutores, se libera de errar eternamente en las orillas negras del Aqueronte.

A pesar de las coincidencias entre ambas crónicas, las diferencias son evidentes: en la Crónica de Palencia, la figura del Comendador se acerca mucho al referente histórico que lo considera un soldado valiente y castellano de pro, avezado en la contienda y prototipo exacto del señor feudal, dueño de haciendas y vidas. Tal sería la tranquilidad del calatraveño que su guarnición estaba formada por catorce hombres, entre servidores y soldados, no siendo los muros de su castillo infranqueables ni las puertas inaccesibles. El Comendador es el primer sorprendido por la revuelta popular. “Inicua conjuración”, la nombra Palencia, provocada por la alentada descortesía juvenil de don Rodrigo Téllez Girón, cuya relación aparece envuelta en la obra de Lope en capciosas interrogaciones y recelos perceptibles, ratificación exacta de la hostilidad literaria e histórica del Maestre, al que Palencia asegura que jamás Fernán Gómez había concedido su aprecio. Asimismo, apunta la instigación del astuto don Alfonso de Aguilar, alcalde de Córdoba y, según los historiadores, personaje enigmático, como causa capital en el alzamiento de los mellarienses. No se detiene Palencia en su apología viva del comendador don Fernando Ramírez de Guzmán, como lo nombra8, a quien ensalza como “nobilísimo guerrero…, estimadísimo con título del Rey, por sus muchos servicios a la Corona, como esforzado adalid y tenaz perseguidor de los aliados del Portugués9…, valiente caudillo”. Noble caballero de ilustre prosapia, fecundo ingenio y notoria liberalidad mediadora entre sus partidarios. Acusa al pueblo de Fuente Obejuna de salvaje y fiero, de ejercitar “hábitos feroces”, propiciados por vivir en chozas, bosques y valles, alejados de toda civilización10. Palencia atribuye el linchamiento a estas causas externas que nada tenían que ver con el supuesto talante de bonhomía que se desprende de su enardecido alegato: el primer sorprendido sería el propio Comendador, que se manifiesta “libre de todo temor por parte de todos los de la villa, de quien se creía bienquisto por sus grandes bondades para con ellos porque visitaba a los enfermos, y de entre los vecinos había escogido a sus hombres de armas y les daba salario”11. No era razón suficiente el incremento de pechos por causa de las rentas anuales, si acaso una lábil excusa para secundar las insidias de los señores envidiosos y la “astucia viperina de sus enemigos”12.

Aún admitiendo el temple y la condición noble del Comendador, que éste se esfuerza en destacar frente a la efectiva dignificación de los villanos, disposición cada vez más extendida en la época, que Lope introduce con sutil delicadeza para no herir la sensibilidad de sus valedores, los hechos objetivos no admiten dudas. Era mucha la inquina contra el castellano, al que se atribuyen buenas cualidades en su juventud. La iniquidad de guerras y asechanzas debieron corromper su original talante. Tal debió ser el grado de acritud y envilecimiento que el Cabildo de Córdoba promulgó contra él una dura sentencia de excomunión, hecho que obvia Lope, ajeno a toda implicación religiosa en el suceso, y que sí recoge la obra de Cristóbal de Monroy, siendo la causa por la que Fernando Guzmán golpea y veja al cura de la villa.

Cristóbal de Monroy escribe su obra en fecha posterior a la de Lope (publicada en 1619). No es extraño que leyera el texto lopesco, aunque no se aprecian intenciones miméticas, ya que el autor sevillano tuvo acceso directo a la Chrónica de Rades, sin especial obsesión por adaptarse a la realidad histórica, quizás más cerrada que la de Lope en algunos pormenores circunstanciales, pero, in adverso modo, distanciándose del espíritu conmovedor y épico que empapa la obra del genial madrileño. Sin ahondar en motivos religioso-sociales, Monroy implica en su obra la institución eclesiástica, dotándola de singular fortaleza y hasta arrogancia: “Algún día pagaréis / tan inhumana osadía, Comendador”, siendo consciente de que presagia el trágico fin, justificándolo por la actitud belicosa y punible del castellano que amenaza con matar a los habitantes de la villa, lo que legitima la rebeldía como un acto justo de defensa propia, aunque estas líneas se hayan desdibujado en el extenso entramado de la obra por los trazos macabros y la trama amorosa que concita el interés cenital. No podemos soslayar las voces que manifiestan que el germen de la rebelión popular debió engendrarse en este decreto eclesiástico. Aunque fueran sobrados los motivos del levantamiento, aumento de tributos, como expone Palencia, o injurias verbales en denuesto de los regidores, vejación de la autoridad y violencia física contra las mujeres, según se argumenta en la obra de Lope, ninguna de estas causas excede el marco “legal” de las relaciones entre vasallos y señores feudales y, por tanto, no justifica a fortiori el acta de excomunión promulgada contra él el 4 de febrero de 1474. En este documento se establecen las causas y se relacionan las execraciones que presagiaban el trágico fin dos largos años después. Ciertamente el Cabildo increpaba a Fernán Gómez por negarse a repartir las rentas decimales que en correspondencia se atribuían a órdenes militares y autoridades eclesiásticas según convenios que en muchos casos se incumplían, provocando pleitos frecuentes. Las razones que provocaron la rebelión popular también se reflejan en esta acta de excomunión que refiere los abusos cometidos por el Comendador con las mujeres de Fuente Obejuna y otros “abominables pecados”13. No podría considerarse “abominable” en la época el derecho de pernada, por muy ignominioso que ahora nos parezca; y sí eran actos execrables la pederastia y la sodomía. El espinoso asunto queda solapado por el poderoso movimiento de la Contrarreforma; y la obra universal de Lope calla definitivamente cualquier intención histórica que pueda enmendar la plana a alguno de los términos de la heroica gesta. Si nos remitimos a las crónicas y las obras, en todas ellas intervienen como injuriados y ejecutores hombres, mujeres y niños. Si no palmaria, es elocuente esta ponderación general y repetida que, con extrema dureza, imputa al Comendador su concupiscencia desordenada y arrastra a todo el pueblo a tan encarnizado homicidio.

Lope de Vega, sobre todos, supo fundir las contradicciones y las paradojas, escogiendo los elementos más notables, dignos de emulación eterna. Él es un hijodalgo que magnifica la rebelión de un pueblo contra el señor feudal. Notable esfuerzo positivo le procura la salvaguardia de la figura ambigua del joven Maestre Rodrigo Téllez, malparado en las narraciones cronísticas que argumentan el suceso escabroso. A fin de cuentas, Lope debía satisfacer a la saga de los Girones, mecenas del poeta. Y él era además sabio conocedor de su oficio: su obra de pane lucrando debía conmover al público, arrebatarlo y atraerlo a la magnificencia y belleza del verso vigoroso que sublima el más implacable ímpetu. Sin duda, como afirma el conde de Schack, Fuenteovejuna debe ser considerada “entre las más preciadas joyas” de Lope14. Pero además de su fulgor e intensidad Fuenteovejuna de Lope encierra el secreto de lo eterno, la consideración trascendente, como afirma Menéndez Pelayo, de ser la esencia del “teatro español independiente y revolucionario”.

H I S T O R I A

1 Vid. Joaquín Martínez Bjorman, “Fuenteovejuna: el teatro político”, en Actas de las Primeras Jornadas de la Real Academia de Córdoba en Fuente Obejuna, Córdoba, Diputación Provincial, 1997, pp. 143-146.

2 José Valverde Madrid, “Fuentes que inspiraron el drama de Lope Fuenteovejuna”, en Fuente Obejuna, Revista de Feria, año 1954, p. 15.

3 Obsérvese que Valverde Madrid trastoca el orden. Estos hechos acaecen en la escena número XIV, no en la XVIII, como expone el erudito en el artículo citado.

4 “El hecho de Fuenteovejuna”, según Francisco Rades de Andrada, Chrónica de las tres Órdenes de Cavallerías de Santiago, Calatrava y Alcántara, Edic. Juan de Ayala. Toledo, 1572, pp. 79-80.

5 Cf. Francisco López Estrada, en la edición de la obra Lope de Vega, Cristóbal de Monroy, Fuente Ovejuna (Dos comedias), Madrid, Castalia, 1973, 23ª edición, p. 183.

6 Lope de Vega, Cristóbal de Monroy, Fuente Ovejuna (Dos comedias), ed. de Francisco López Estrada, op. cit.

7 Alonso de Palencia, en “La sublevación de Fuenteovejuna”, Crónica de Enrique IV, BAE. Ed. Atlas. Madrid, 1975, Tº CCLVIII, cap. IV, pp. 286-287

8 Tema interesante es el de los diversos nombres que recibe el Comendador Mayor de Calatrava en los diversos textos. Véase la edición citada de Francisco López Estrada, pp. 19-20.

9 Se refiere a Alfonso V de Portugal, esposo de doña Juana, hija de Enrique IV, pretendiente a la Corona castellana. Tanto la narración histórica como la literaria de Monroy hacen alusión expresa a la cuadrilla de soldados portugueses asentada en Fuente Obejuna por indicación del Comendador con el consiguiente cargo tributario del pueblo que habría de mantener a la soldadesca, dedicada en total impunidad y con la venia de Fernán Gómez a cometer desmanes en la Villa.

10 Vid. Alonso de Palencia, op. cit.

11 Ibid.

12 Ibid.

13 Vid. Miguel Castillejo Gorráiz, “Ante el quinto centenario de nuestra Parroquia”, en Fons Mellaria, 1994, p. 18.

14 Adolf Friedrich von Schack, escritor, erudito, arabista, mecenas e hispanista alemán, escribió en tres tomos la obra Geschichte der dramatischen Literatur and Kunst in Spanien sobre la literatura dramática española.

Texto:  MANUEL GAHETE – Fotos: RAFAEL SÁNCHEZ RUIZ.

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