Después de tres mandatos, considera que es el momento del relevo ante el cambio que se avecina de la convergencia europea.
Deja el cargo de decano de la Facultad de Filosofía y Letras después de casi una década asumiendo responsabilidades. Pero esto no es una despedida. Pretende volcarse en la docencia y en sus investigaciones, sus verdaderas «vocaciones», según sostiene. El catedrático de Filología Latina, natural de Fuente Obejuna (1944), considera que ha llegado el momento del relevo para que la facultad, inmersa ya en la convergencia europea, planee un futuro con nuevos hombres y nuevas mujeres «con ilusiones frescas», matiza.
Este profesor, amable y de fluida conversación, se siente satisfecho del trabajo realizado en sus tres mandatos. Asegura que en su gestión ha habido «luces y sombras» y alguna espinita la tiene clavada, pues –según reconoce– no ha conseguido «la reforma integral que se pide a gritos para la facultad», un viejo edificio histórico, enclavado en el corazón de la Judería y muy próximo a la Mezquita. Eso sí, se enorgullece de la puesta en valor que ha tenido la capilla de San Bartolomé. Aún está pendiente de su apertura al público esta pequeña sala, de gran belleza, y que atesora el centro universitario con interesantes muestras de la arquitectura medieval. (R.G.)