No hace mucho tiempo, y en algunos hogares aún ocurre, el engorde y sacrificio de un cerdo significaba para la familia la garantía de que la comida no escasearía a lo largo del año. Hoy sucede que hay pequeños que no han visto vivo a uno de estos animales, por lo que no es una mala idea, excepto para el cochino, la celebración en Alcornocal del Día de la MatanzaLa jornada comenzó en el paraje del albergue minutos más tarde de las diez. Una vez sacrificada la cerda –de raza ibérica y cebada con bellota– a manos de Manuel Núñez Dávila, comenzó un ritual en el que hombres y mujeres tienen labores perfectamente definidas. Ellos procedieron a pelar al animal como se hacía en tiempos pasados, con aulagas, para posteriormente descuartizar a la hembra de 17 arrobas –unos 180 kilos. Por su parte, las mujeres elaboraron las típicas chichillas y embutieron, tras limpiar los intestinos, morcillas y chorizosLos asistentes, residentes muchos en ciudades como Madrid, Murcia o Córdoba, almorzaron migas –se destinaron a ello 70 kilos de pan– con torreznos, carne asada y chichas y, según informó el representante de la alcaldía Joaquín Núñez, una vez curados, los jamones se degustarán en otra jornada.
Entre la costumbre y la novedad
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