La realidad del mundo produce muchas veces cansancio, desesperación, la sensación de que el esfuerzo por mejorarlo puede ser inútil. A una noticia esperanzadora le suceden casi siempre varias en sentido opuesto, y todo ello deja en el ser humano sensible y en el ciudadano que tienen conciencia plena de serlo un estado anímico y asqueado por que siempre triunfe la ley de los miserables.
En Guinea Ecuatorial, en China, pero también en tantos otros sitios, mueren presos torturados a los que encima se les somete a la farsa infame de un juicio donde los verdugos no se recatan en mostrarlos tal como los han dejado después de pasar por sus manos. Viejos dictadores propios de novelas de Cortázar o Valle-Inclán o García Márquez encuentran el sosiego de una vejez próspera y tranquila que le prepara a una muerte en paz. Los genocidas de los Balcanes y de otros sitios siempre cuentan con la posibilidad de escapar, y a algunos muertos de la Guerra Civil española por poco no se les concede el derecho de una tumba digna y se les hubiera dejado en la cuneta donde los metieron sus asesinos, fueran quienes fueran.
Tanta infamia debe un día tener persecución y castigo, por eso se hace imprescindible la creación del Tribunal Penal Internacional, por eso necesitamos a gente como el juez Baltasar Garzón, porque en personas como él se reconoce el pueblo desasistido, el ciudadano demócrata que exige que el poder emane de él y sus iguales y no de la voluntad enferma de un tirano o de la hipócrita razón de Estado que esgrimen hasta algunos que se tienen por demócratas. Garzón es de esas figuras que el mundo regala a veces y con quienes, a excepción de envidiosos o inoperantes, la gente se identifica. Hoy martes Garzón estará en Fuente Obejuna, y este honorable defensor de la dignidad humana merece que su paso por nuestra tierra no quede sólo en un acto protocolario, el pueblo debe ir a aplaudirlo, a sentirlo cerca, a darle la moral que seguro necesita, y a pedir otra vez el premio Nobel para él, que es como dárselo a la democracia digna y a todos nosotros.( Alberto Díaz)
