La de Vicenta es una historia que comienza el día 22 de enero de 1896, significando este hecho que la protagonista pasa actualmente por su tercer siglo de vida. Toda una proeza, ya que esta abuela, de 105 años, ha tenido que luchar intensamente en su vida.
Vicenta Orosia Tena Girona ha tenido dos hijas, seis nietos y quince bisnietos. Podría ser definida como “una mujer muy trabajadora”; y a veces, desempeñaba su trabajo en condiciones verdaderamente difíciles, como cuando tenía que romper el hielo de los ríos en invierno para poder lavar la ropa de su familia, además de cuidar a sus hijos y a alguno de sus nietos, confeccionar ella misma la ropa de Rafael, su marido, e incluso afeitarlo, porque en palabras de Vicenta “él nunca aprendió a hacerlo”. Precisamente el amor a su esposo es uno de los episodios más bonitos de su vida ya que a él le dedicaba una protección maternal. Tanto es así que su hija Rafaela afirma: “Era como un hijo pequeño para mi madre”.
Pero como la vida para la mayoría de las personas es una sucesión de luces y sombras, a la abuela de la localidad por excedencia le había tocado antes huir de su casa durante la Guerra Civil. Lo hizo en un carro en el que llevaban además colchones y gallinas, Junto a su familia -los padres y tres hijos de 6, 12 y 16 años-, viajaban también sus tíos y cuatro de sus primos. La menor, Virginia, sólo tenía 6 meses de edad.
Tras medio año viviendo en la sierra, Vicenta y su familia vuelven y encuentran saqueado su hogar. Deben comenzar de nuevo y lo hacen, consiguiendo incluso que su padre trabaje al fin su propia parcela de tierra.
Vicenta vive en Navalcuervo, conserva una gran memoria y es “una coqueta empedernida”, la mujer con mayúsculas, tierna, entrañable y alegre.
“Luces y sombras. Vicenta, de 105 años de edad, ha tenido una vida llena de luces y sombras”.