Juan Perea Moncayo (Fuente Obejuna, 21 de agosto de 1941), el Cura Perea, celebró recientemente su última misa como párroco de San Martín de Porres. Para muchos, ha sido el último en activo en Córdoba de los que en la Transición dieron en llamar curas obreros, con lo que ello supone para este sacerdote comprometido con la juventud, el barrio del Sector Sur, la sociedad e, incluso, la política, sin olvidar el movimiento vecinal. En este último campo llegó a ser el segundo presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos Al-Zahara y hasta fue detenido en una protesta en la que se encadenó para reivindicar el Plan Renfe, hoy orgullo del urbanismo de la ciudad de final del siglo XX.
-Apenas nos hemos sentado y he sacado la grabadora y ya hemos hablado de política, de conflictos como el de Cataluña… No ha perdido para nada su inquietud, su entusiasmo político y social.
-Hay un refrán que dice que “quien nace lechón, muere cochino” (ríe). Los años son los años y la experiencia es la experiencia… pero lo que hay dentro no se pierde.
-¿Fue particularmente emotiva su misa de despedida de la parroquia, hace ahora justo un mes?
-Fue muy bonita. Y eso que no quería una despedida. Llegué a la parroquia, al Sector Sur, en 1972 calladamente, di una primera misa aquel día 1 de octubre, y así quería dejar la parroquia. Pero había personas que querían algo especial. Pero fue muy emotiva, con mucha gente, 12 sacerdotes concelebrándola… Me regalaron un cordobán, luego se tomó una copa…
-¿Echó de menos a alguien?
-Siempre se echa de menos, pero es mejor no decirlo.
-Se ordenó el 18 de septiembre de 1966. Con el tiempo y con un mes ‘jubilado’ como párroco, ¿cómo recuerda aquel 1 de octubre de 1972 cuando llegó a San Martín de Porres? ¿Cómo encontró el Sector Sur?
-Pues acababa de llegar de Puente Genil, donde había estado cinco años y donde había empezado, con 25 años y muchos miedos, a la vez que ganas de comerme el mundo. Creo que encajé bien entre la gente joven. Allí empecé a trabajar con la JOC. Aquí llegué a la Sagrada Familia y luego a San Martín de Porres. ¿Que cómo recuerdo el barrio del Sector Sur? Pues era una zona que arrastraba mala fama. Vi un barrio dejado urbanísticamente, apenas había 4 o 5 calles asfaltadas… Un barrio con muy pocos equipamientos sociales, con apenas dos colegios y una guardería y con viviendas que daban la impresión, desde fuera, de ser muy pequeñas, con mucha gente con un nivel económico muy humilde, aunque el 60 o 70% estaba trabajando. Ahora casi es al revés, el 60 o 70% de la gente está en paro. Y respecto a lo religioso, podría decirse que había una actitud (se lo piensa)… diría que de «indiferencia». Un grupo intentamos poner en marcha todo lo que había aprendido en Puente Genil con la JOC de acercarse a los jóvenes, aquello de “ver, juzgar y actuar”, que esto último es lo más difícil. Yo he intentado seguir siempre lo del lema que escogí para mi ordenación: “Sacerdote para servir a Dios y mis hermanos, los hombres”. Ya lo dice Jesús o San Pablo: ¿Cómo vamos a amar a Dios, al que no vemos, si no amamos a los hombres, a los que vemos? Y eso vale a nivel religioso, parroquial, social, participativo… Y esta es mi vida.
-Ha resumido perfectamente la filosofía de su trayectoria.
-Yo he tenido dos grandes etapas. Una, desde que me ordené, con mi paso por Puente Genil, la Sagrada Familia y con los primeros años en San Martín de Porres, una etapa centrada en la juventud. Después me di cuenta, en los años 80, de que la sociedad es muy amplia y que hay otros sectores en los que hay que trabajar también, y me centré en el movimiento vecinal.
-Bueno… fue el segundo presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos Alzahara. Y de los pioneros en la ciudad de Córdoba con la Asociación Vecinal La Unidad.
-Sí, creo que fue en 1977 cuando se constituyó. Tardaron como dos años en aprobarnos los estatutos. Luego, para otras muchas asociaciones posteriores, fue más rápido. Fuimos de los primeros junto a AVV Cañero Nuevo, Guadalquivir… Todo bajo el respaldo de las asociaciones de cabezas de familia de aquella época.
-Ciertamente, de manos de las AAVV, los barrios del distrito Sur y el propio Sector Sur han cambiado. Pero también es cierto que siendo una zona modesta tenía un polideportivo (el de la Juventud), un ambulatorio, una marisquería, un cine, la Escuela de Magisterio… Quizá, en algunos aspectos, incluso, estaba mejor que ahora, ¿no?
-(Ríe) Sí, es cierto. Es para estar contento por algunas cosas. aunque por otras… Mire: soy diabético y voy frecuentemente al ambulatorio para la insulina y las jeringuillas y, el otro día, me las entregaron, no le engaño, en un simple sobre. ¿A tanto llegan los recortes para que no se puedan guardar ni unas pequeñas formas con el ciudadano? Pero sí, como dice, había un polideportivo que ahora lleva 17 años cerrado aunque anuncien planes para él. El ambulatorio se modernizó mientras la antigua Escuela de Magisterio es ahora una incógnita sobre cómo se va a usar tras su readaptación como centro ciudadano. Yo, personalmente, no estoy de acuerdo con que se concentren en ella todas las actividades y delegaciones del Ayuntamiento del Sector Sur, Campo de la Verdad y Barrio del Guadalquivir. Es verdad que allí se ha gastado bien el dinero y se ha hecho una gran obra con ayuda de la Unión Europea. Muy bien. Pero el problema de estas cosas, de muchas obras, no es solo construirla, sino mantenerlas y darles vida. El problema no es hacer una acera nueva, el problema es mantenerla, limpiarla y si se levantan unas losetas… ¡Hombre, que la repongan al poco tiempo y no a los diez años!
-Pues desde que empezó la crisis, no es fácil mantener espacios y servicios. Ni los recursos de las familias. En el Sector Sur se ha notado especialmente.
-La crisis se ha notado muchísimo. Ahora bien, hay que saber priorizar. Uno no puede hacer a la vez todo lo que tiene la cabeza, no lo puede llevar a la práctica. Si tienes un proyecto de vida tienes que priorizar, y eso vale para los políticos, para la Iglesia, para los curas, en nuestras parroquias…Por ejemplo, y a nivel de ciudad, podemos recordar lo que supuso para todos el Plan Renfe.
-Por cierto, usted fue detenido por desorden público al encadenarse para pedir agilidad a este proyecto enquistado y quitar aquellos peligrosos pasos a nivel en pleno Centro. Cuentan que cuando le quitaron las cadenas usted se las pidió al policía para la siguiente protesta, porque no tenían ni para pagar unas nuevas.
-(Ríe) Sí. Esas cadenas están guardadas en la sede de la asociación de vecinos La Unidad. Me dijo el policía que aquella era una «prueba de cargo». Pero hablamos, nos entendimos y nos la dio. Fuimos cuatro los que nos encadenamos aquella tarde, aunque ya llevábamos dos meses haciéndolo, pero aquella vez, al gobernador civil, Gregorio López, se le tuvieron que hinchar las narices. Nos peleábamos mucho (ríe). Y eso que él también fue sacerdote. Yo lo conocí recién ordenado él en los años 60. Y, por otra parte, cuando vi llegar el tren a la nueva estación… Aquello fue un gran día. Recuerdo en uno de los corrillos de la recepción privada, tras la inauguración, que el Rey se sorprendió al conocer lo que había costado ponerse de acuerdo y hacer el proyecto. «¿Tan complicado era?», dijo. Pues sí, tan complicado fue.
-Y también ha habido logros en el Sector Sur.
-Sí, claro. El centro cívico, otro instituto, dos colegios más… O el Área de Rehabilitación Concertada San Martín de Porres, ese proyecto entre la Junta y el Ayuntamiento al 50% urbanístico y social que quedó en ese segundo plano, a medias. Se cambiaron tejados, tuberías, ascensores… todo nuevo. Ha sido la mayor reforma que se ha realizado en vivienda en Córdoba.
-Y usted, en representación de la asociación vecinal La Unidad, la coordinó.
-¡Hombre! Antes nos recorrimos toda Andalucía para ver experiencias similares… y teníamos el proyecto muy claro.
-Pero también ha vivido momentos durísimos. Recuerdo aquel grito suyo en una homilía diciendo que estaba harto de enterrar a jóvenes por causa de la droga.
-Sí. En torno a los años de la Expo lo de la droga fue tremendo. A una familia le enterré tres hijos en dos años, y ya en el tercer entierro me subí. Fueron años muy duros. Recuerdo llegar por la mañana a la iglesia y en la puerta retirar 10 o 12 jeringuillas antes de que pasaran los niños camino del colegio. No empezó a cambiar el problema hasta los años 96 o 97, con iniciativas como aquel centro de atención en el que cambiábamos jeringuillas usadas por nuevas, había café, dos lavadoras… El barrio vivió aquello con mucha angustia. Pero siempre hay en medio alegrías, jóvenes que rehacen su vida fuera y te cuentan cuando regresan que tienen trabajo, familia… No es que nosotros tengamos el mérito de las cosas buenas que han pasado en el barrio, pero algún granito de arena sí que habremos puesto en aquella regeneración del barrio y de la gente. Ahora el tema de la droga es muy diferente. Bueno… está el tema de la marihuana (hace un gesto para recalcar la ironía) y algún piso está por ahí llenito de macetas.
-Y hablando del barrio, de toda la sociedad, la política y del presente. ¿Se vuelve a ciertas posturas conservadoras?
-Yo entiendo que sí. El mismo hecho de la reciente misa del obispo en latín en el altar mayor de la Catedral, hace unas semanas, por mucho que esté permitido en el código canónico… creo que hay cosas que son una regresión. Se van viendo detalles en todos los campos… detalles más fachas que la madre que los parió. Además, la gente es menos participativa. Antes, si convocabas cualquier cosa en la iglesia o en el barrio tenías cien o doscientas personas y ahora, no van ni diez, y eso si tienes whatsapp y vas mandando mensajes. Solo nos preocupamos por la farola que está apagada justo delante de casa o de las losetas de la acera de en frente. Lo demás… ¡Que lo apañen otros! La gente ha vuelto a un individualismo acojonante… y preocupante. Y eso, en una sociedad que la tenemos que construir entre todos, no va a ningún sitio. Y eso pasa tanto con el barrio, con la Iglesia…
-¿Le ha quedado mucho por hacer? ¿Ha sido ese su ‘pecado’?
-Siempre hay cosas que te quedan por hacer aunque estés contento con lo que has trabajado. A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiera seguido trabajando más con uno u otro proyecto. Siempre te quedan muchas cosas, sobre todo cuando miras alto y lejos en algo que tú piensas que es justo.
Juan M. Niza