Juan Luis Carnerero es el párroco de 7 de las 14 aldeas de Fuente Obejuna.
«Me tratan como si fuera su hijo o su nieto y a veces, de noche y con mal tiempo, me han invitado a dormir a sus casas para que no tuviera que conducir»
Juan Luis nació en Benamejí, tiene 28 años y hace cuatro se ordenó sacerdote. Su primer destino como párroco in solidum fue Fuente Obejuna, donde vivió durante un año y medio, trasladándose después a las aldeas. Su jornada comienza «rezando al Señor, para encomendar el trabajo del día». Después trabaja en el archivo, visita enfermos o estudia y tras analizar las necesidades de las iglesias, qué hay que reparar, «llamo a las puertas, a ver cómo encontramos ayuda», prepara la catequesis o alguna celebración más extraordinaria y además es «amo de casa. La comida y las faenas de la casa, salvo un día que me vea muy apurado, las tengo que hacer yo».
Como suele ocurrir, durante el curso «está todo más organizado y por las tardes dedico, o intento hacerlo, un día por parroquia. Tengo catequesis con los niños y aprovecho para ver algún enfermo, si hay algo estropeado y decir misa». En cuanto a fines de semana, el sábado por la mañana prepara la homilía del fin de semana, «arreglo mejor mi casa y preparo la ropa», por las tardes «tengo tres misas y el domingo, otras tres», todo esto teniendo en cuenta que sus aldeas más lejanas distan 14 kilómetros. El intenta «hacer una composición de horarios pero todo depende de los vecinos, de sus dificultades, los trabajos. Casi todos son jubilados, que han vivido una religiosidad fuerte, pero ahora se encuentran con que sus hijos y nietos han emigrado. Quedan muy poquitos, los que están se hacen cargo de los mayores, atienden sus casas y buscan trabajo para salir adelante».
Con una sonrisa, el párroco dice que «Fuente Obejuna tiene catorce aldeas y yo, la mitad». Trabaja en La Cardenchosa, Los Morenos, Ojuelos Altos, Alcornocal, Los Pánchez, Navalcuervo y Posadilla. Con este panorama, lo más difícil para Juan Luis es «la Semana Santa, porque tienes que anticiparte a todas las celebraciones», y los cultos son idénticos a lugares más grandes. Cuenta con la ayuda de un compañero pero él lo organiza todo antes de su llegada, para facilitar su labor. Lo más gratificante dice que son «muchísimas cosas. Estar en una zona preciosa, con gente muy tranquila que acoge bien a los de fuera», destacando que «he vivido experiencias muy bonitas, pero cuando en una celebración se junta toda la aldea, ver cómo estamos todos me impacta, vendrán más o menos, tendrán más o menos religiosidad, pero a la hora de la verdad, ahí están. Disfruto mucho con eso», y añade que «la gente recurre mucho al sacerdote cuando se ve en última situación y no encuentra ayuda, sabe que le va a echar una mano de alguna manera, y eso es muy gratificante».
Y a él también le cuida «la gente. Me trata como a sus hijos o a sus nietos, porque tengo su misma edad». Alguna vez, «de noche y con mal tiempo, me han invitado a dormir a sus casas para que no tuviera que conducir» porque para todos Juan Luis es el párroco y, además, un vecino más de la aldea.