Rosalía

En el periódico del Valle del Guadiato editado en Peñarroya-Pueblonuevo, cuyo título es “El Periódico”, en el nº 242, correspondiente al mes de Mayo – 2012, nuestra compañera del Club de Lectura:  Mª Nieves Mellado Caballero ha publicado el siguiente relato:

ROSALIA

Era un día gris de otoño, cuando las primeras hojas comenzaban a caer y aunque no amenazaba lluvia en el cielo surgían nubarrones que impedían la salida del sol que tímidamente se escabullían por breves instantes.

Salió al alba y tomó una vereda donde apenas quedaban vestigios de otra época más bulliciosa. Llegó al pueblo próximo, semiabandonado. Lo primero que pudo ver fue su cementerio casi derruido. Aún quedaba en pie la entrada, a ambos lados dos cipreses esbeltos y centenarios, testigos mudos de otros tiempos, cuyas copas balanceaba tímidamente el viento. Se deslizó entre la maleza y se quedó inmóvil ante tanta quietud y olvido.

De pronto, hacia el fondo, divisó una tumba que aún permanecía en pie, se acercó y leyó la inscripción que figuraba en la lápida y que rezaba: “La señorita Rosalía Moreno León, falleció el día diez de noviembre de mil novecientos veintidós a los veintidós años de edad” junto a una emotiva poesía:

Tus padres de noche y día,

agobiados de amargura

por ti lloran Rosalía,

y riegan tu sepultura

desde aquel funesto día.

Recuerdos de tus padres y hermanos.

Se quedó absorto en sus pensamientos y por un instante su imaginación voló a otro tiempo y pudo hacerse una idea el dolor que aquella perdida habría supuesto a su pueblo pero sobre todo para sus afligidos padres y hermanos.

Tras el paso del tiempo, una losa de olvido cayó sobre la malograda joven y a pesar de todo la casualidad quiso que un día este caminante pasara por el lugar y leyera su inscripción. Al instante recordó las columnas de la memoria que hacía unos días contempló en la ciudad de la Mezquita, en el cementerio de San Rafael.

Rosalía permaneció en el recuerdo de sus padres y amigos y posteriormente en el suyo, más hay miles de muertos a los que no se les pudo llorar y a los que no se les podrá visitar porque no se sabe donde yacen sus cuerpos.

Y es que la historia está para recordar, para que nada, ni nadie caiga en el olvido.

                                                                                              María Nieves Mellado Caballero.

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