Cada año hay nuevos cuadros en la esceneficación del nacimiento de Cristo.Han participado unas trescientas personas de todas las edades.
Cada año son más los rincones del núcleo de población mellariense de Navalcuervo en los que se representa alguna escena del belén viviente, tantas, que se acercan ya a la treintena. A las que cuentan con más aceptación, como la de la anunciación del ángel, las lavanderas o la cueva donde se ubica el Nacimiento, se unen otras como la que representan la posada, el mercadillo, el palacio de Herodes, el zapatero o las matanceras y las novedades de este año: un ciego pidiendo limosna, una encajera o un pescador que hasta pudo capturar peces porque la puesta en escena de este belén crece al igual que lo hacen los visitantes.
Este año, a los residentes de la provincia se unen los que se acercaban a la aldea desde la comunidad de Extremadur. Todos se dan cita para ver la representación dirigida por el grupo de teatro La Tramoya en la que han participado unas trescientas personas con edades comprendidas entre los tres meses y los 65 años. La iniciativa comenzó hace seis años y la puso en marcha la asociación de vecinos Nuestra Señora de la Piedad y la juvenil denominada Los de la Perrilla.
Hoy cuentan con la ayuda de numerosos patrocinadores y la actividad se ha visto ampliada con una verbena que se celebra después en la carpa acondicionada con calor para mitigar los rigores del frío típico de estos días. Allí pudo degustarse el café o el chocolate caliente en la que los organizadores denominan «pequeña cafetería rural», además de los dulces elaborados por las mujeres de la asociación, que siguen fielmente las indicaciones «de las recetas de las abuelas».
Y es que ayer, día de Navidad, Navalcuervo se convirtió en un concurrido Belén.
