Alcornocal se une en torno a la matanza

Curiosidad El público observa el trabajo de las mujeres.

Llega el día y hay trabajo para todos. Son las siete de la mañana y los vecinos más madrugadores se dirigen hacia el albergue de Alcornocal para encender las candelas. Tras desplazarse hacia La Coronada a recoger el cerdo, este año de 12 arrobas y donado por Francisco Escudero, los hombres se congregan frente a una improvisada mesa para sujetar al animal, sacrificado por Antonio José García, quien, con 78 años, viene cumpliendo esta labor que se prolonga ya durante cinco. Una vez pelado a base de gas y con un cepillo de tabla con «platines» de botellas de refrescos pegados, y mientras los hombres despiezan el animal, las mujeres, al frente de las cuales se encuentran Emilia Paños y Amelia Benavente, pican el perejil, los ajos, la cebolla, el orégano, la calabaza y la hierbabuena, que mezclarán con pimentón, comino y con la sangre en el caso de la morcilla, o con la «carne de pringue» en el caso de que sea lustre lo que embutan en las tripas, una vez lavadas con agua caliente. A su vez, los improvisados cocineros Francisco Durán y Alfonso Barrios preparan migas con unos 70 kilos de pan que se servirán en cuencos cerámicos que los visitantes guardarán como recuerdo, a las que se añadirán ajos, pimientos, panceta, asadura y carne magra asada.

Este año la asociación de vecinos La Columna rifó un jamón de la primera edición de la matanza y un lote con embutidos, regalando gorras de recuerdo. También colabora en la fiesta el Ayuntamiento mellariense.

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