Fuente Obejuna: El Arquetipo

A la coalición municipal de derechas que gobierna Fuente Obejuna, el más universal de nuestros pueblos cordobeses, no le gusta el teatro. Otro verano más se romperá la tradición: no habrá representación popular de la obra de Lope de Vega en la plaza del Castillo. Ignoro los motivos que tendrán los regidores municipales para privar al pueblo de la representación de su propia historia. Tal vez no sean conscientes de que la gesta y el arquetipo perduran más allá de sus propios valores. Una gesta, de la Fuente Obejuna, de la que puedo enorgullecerme, ya que nací en la aldea de la Coronada. Procedo del embrión de aquellos insumisos que se diseminaron por el Valle del Guadiato tras haber ajusticiado al libidinoso comendador Fernán-Gómez.

Podemos discutir acerca de la historia, convertirla en un juego intelectual o en un hechizo escénico, puesto que los hechos son inalterables, aunque las palabras con que se cuentan no son el sitio, la escena histórica, los que aseguran contra el olvido. Lo digo con ciertas reticencias, ya que, por poner un ejemplo, nada hay más visible que las estatuas, aunque casi nunca sepamos ciertamente a quienes representan. De cualquier modo, si un pueblo quiere ser alguien en el mundo, lo primero que debe de hacer es asumir su propia verdad histórica. Y eso lo asumió Fuente Obejuna con la impertinencia de su desafío.

Hace unos años, con motivo de la presentación de uno de mis libros, estuve en Fuente Obejuna. Era una fría noche de primeros de enero y en la habitación del hotel tuve la sensación de experimentar lo que Esquilo llamara el “páthei máthos”, el aprendizaje por el dolor. Como en sueños reviví la gesta y la catarsis liberadora que supuso para un pueblo oprimido y cautivo en las oscuras redes del poder feudal. Presentí aquella noche, por pálpito o intuición, como aquel pueblo unido en los yugos de los reveses, la injusticia y la muerte, aprendía a sentir, en la impotencia de su dignidad ofendida, el estímulo de la lucidez. Y que de ese estímulo nacía el ardiente deseo de levantarse como un solo hombre o como una sola mujer contra quien detentaba, con el poder, la causa de sus males. Tuve en aquel momento la conciencia plena del orgullo de mis raíces: proceder de un pueblo analfabeto que aprendió en el dolor y en el despojo a ser uno, cómplice y autor de su propio destino. Lo de Lope de Vega y todos los sucedáneos consiguientes representables y bailables (como el ballet “Laurencia”) no dejan de ser juegos escénicos que, en ningún caso, podrían revivir el estado espiritual de un pueblo innominado y orgulloso. Tal vez por eso, Fuente Obejuna y sus aldeas son, para mí, un espacio especial. Detrás de los espejos de la literatura y sus interpretaciones y de la misma reconstrucción de los hechos en un escenario popular, la gesta y su arquetipo sobreviven como una idea universal.

Fuera cual fuere la realidad histórica de aquella gesta, supongo que a mis paisanos, en estos tiempos, no les importará tanto lo que quieran explicarles de sus orígenes y del sentimiento de su orgullo ancestral como la experiencia natural de sus propias vidas. Las isobaras de la felicidad siguen pendiendo, para ellos, de los inciertos hilos de las cabañuelas más que de los latidos de sus corazones al contemplarse en los espejos de la historia, con alma de secano y escepticismo congénito, mis paisanos de Fuente Obejuna y sus aldeas no pueden demostrar su insumisión ante la deprimente realidad económica de la zona. Ni están los tiempos para andar contemplándose el ombligo ni se espera más gesta que la de sobrevivir a la intemperie de las razones políticas que discriminan, más que favorecen, desde Bruselas, Madrid o Sevilla. Lo que no impide que recordemos cada año, con o sin representación escénica, lo universal de nuestro arquetipo. Nuestros mengos y nuestras laurencias de ahora no son los de aquella época en la que el tiránico comendador campaba por sus fueros. Aunque tal vez tengas los mismos motivos de descontento para ser rebeldes con causa. Insumisos por necesidad.

 “Tal vez por eso, Fuente Obejuna sus aldeas son, para mí, un espacio especial … con alma de secano y escepticismo”. (Carlos Rivera.Poeta)

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