Comida sin resolver

La comida es una necesidad humana no resuelta. Por eso 805 millones de personas pasan hambre en el mundo, sobre todo en el Africa subsahariana y en el sur de Asia. Y no está resuelta porque a los mercados, esos instrumentos del capitalismo que agobian a los países pobres y que actúan como máquinas sin corazón, no les interesa. Porque el mundo tiene cítricos de sobra para dar cada mañana a los niños una copa de zumo de naranja para retrasar su envejecimiento; y un vaso de leche con galletas con azúcar; y un bollo de pan con queso a media mañana, unos garbanzos al mediodía, una pastilla de chocolate por la tarde y una cena que complete las ausencias nutritivas de la jornada. El planeta Tierra tiene esos recursos para repartir a diario entre quienes ahora desgraciadamente anochecen en una oscuridad sin posible amanecer. Por eso a veces cuando de la comida se hace turismo el pensamiento empieza a zozobrar con una asonancia sin ritmo en la que se mezcla la actualidad y la historia y en la que percibimos que posiblemente haya una injusticia generada por los siglos y por la propia forma de ser de la humanidad. La comida como fiesta, como por ejemplo la última cena de Jesucristo, un acto religioso que para el cristianismo tiene mucho que ver con el juicio final en el Valle de Josafat del Jerusalén de los judíos, entra dentro de la normalidad del comportamiento de los seres. Por eso cuando esta semana se ha hablado de la comida que no es necesidad sino turismo o lujo, quiérase o no el pensamiento se ha inquietado. En Alcaracejos (Los Pedroches), este fin de semana, y en El Alcornocal (Fuente Obejuna), el del Día de Andalucía, se celebran matanzas en plan festivo en las que se tendrá más en cuenta el turismo que acuda a su desarrollo que la necesidad, la fiesta antes que el problema. Y es lógico, que para eso ya hubo un tiempo en que por esas tierras la matanza era obligatoriedad culinaria para seguir viviendo.

Pero es que también ha coincidido que la Cátedra de Gastronomía de la Universidad ha mostrado públicamente a los tres cocineros cordobeses que tienen una estrella Michelin y restaurantes propios en el Open Arena, en el Choco de la Fuensanta y en el Noor de Cañero, donde se mezclan la alta gastronomía y el 3D. Y quiérase o no tanto el gusto como la cartera empiezan a cuestionarse si en el futuro el comer dejará de ser fiesta para convertirse en enseñanza porque de una matanza ya sabemos cómo hay que dar cuenta, pero ¿habrá que ir a la Universidad para comer con categoría y estilo en estos restaurantes? Parece ser que la comida sigue siendo una necesidad humana no resuelta.

Manuel Fernández.

 

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