El cabril

En la década de los sesenta del pasado siglo, y hasta la mitad de la siguiente, estuve ejerciendo como cazador, con otros muchos monteros, en fincas como Zorzalejo, Los Villares, La Parrilla, Las Valverdas… en las cercanías de El Cabril, sin saber que lo hacíamos exponiéndonos a la contaminación radioactiva, porque de forma ilegal y subrepticia, los antecesores de Enresa estaban guardando residuos radiactivos de forma chapucera y sin autorización alguna en una mina de uranio abandonada, escondida en el viejo y poblado bosque mediterráneo de la zona. Todavía en 1988 la Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza (Aedenat) solicitó la clausura de las instalaciones por ser contrarias a la legalidad vigente, y que se suspendiera la ampliación de las instalaciones. La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid dictó sentencia el 5 de junio de 1996, por la que declaraba las actuaciones almacenadoras y los almacenamientos como ilegales, al estar El Cabril licenciado como instalación radiactiva de tercera categoría y no ser una instalación nuclear.

Más recientemente Enresa ha puesto la sonrisa y las buenas palabras (concordando con las subvenciones para Hornachuelos, Fuente Obejuna, Navas de la Concepción y Alanís) y aquí paz y después gloria. Pero Córdoba sigue teniendo en sus entrañas el único almacén nuclear de España, una bomba atómica durmiente con efectos que pervivirán trescientos años, y que puede estallar, por mucho que nos digan de garantías y seguridad, ocasionando centenares de fallecimientos, cánceres y malformaciones. La derecha y los gobiernos de España se empeñan en premiarnos a los cordobeses, mucho más allá de nuestra pecados, de los cuales la sumisión y la paciencia infinitas no son los menores.

Cuando Angel Aroca fue director de nuestra Real Academia, soslayó con habilidad varias invitaciones para una visita institucional a las instalaciones. Posteriormente la Academia ha hecho esa visita; desde luego yo no formé parte de la expedición, porque entiendo que no se puede dar cobertura social y cultural a lo que sin duda es un mal muy serio para Córdoba. No se nos diga que la seguridad es absoluta, porque nada ni nadie pueden dar esa seguridad. Se afirma que los contenedores de hormigón resistirían hasta un terremoto del grado 7 en la escala Richter, pero esto es una afirmación optimista difícilmente comprobable. ¿Y si los contenedores llegado el caso se fragmentaran con un movimiento sísmico de grado 5? ¿Y si hubiera un terremoto de intensidad superior al grado 7? La única seguridad absoluta la tienen el resto de provincias españolas que no padecen cementerios atómicos. En nuestra Córdoba lo que podemos aspirar es a que se renuncie a ampliar las instalaciones, a que se sellen, a que se clausuren en el momento previsto, cuando se ocupe todo el espacio disponible hoy. Y nos quedaría la amenaza que tenemos durante trescientos años, tiempo estimado de caducidad para los actuales residuos.

Hasta 1986 se almacenaron residuos radioactivos de forma irregular y desde ese año un total de 39.408.165 metros cúbicos de residuos, calificados de media, baja y muy baja intensidad; calificación que desde luego no nos tranquiliza. Es más, nos inquietan sobremanera las declaraciones del presidente de Enresa anunciando su pretensión de duplicar las instalaciones actuales. Instalaciones que hoy están al poco más del 70% de ocupación, que puede ser total en unos seis años.

El senador cordobés Juan Pablo Durán, del Partido Socialista, ha presentado en la Comisión de Medio Ambiente del Senado una moción para que se produzcan la clausura y el sellado de las instalaciones previstos para cuando la ocupación de residuos llegue al 100%, y que se empiecen a estudiar nuevos emplazamientos fuera de Andalucía.

La mayoría absoluta del PP rechazó la moción, con banderillas al proponente. Así, la alcaldesa de Peñarroya, María Gil –sin duda una buena cordobesa– acusó al senador de tener memoria selectiva. La herencia recibida sirve para todo; incluso para defender que lo bueno es ampliar y perpetuar muestro cementerio atómico. ¡Tiene bemoles la cosa!

Y he aquí una última reflexión. Como se ha publicado, Córdoba es la penúltima provincia de España en asignación presupuestaria por habitante, según los últimos Presupuestos del Estado. Si restamos a las partidas a favor de Córdoba las previstas para el cementerio de El Cabril, que probablemente se consideran como una inversión positiva en Córdoba, seguramente Córdoba pasaría a ser la última provincia de España y el cordobés el ciudadano menos favorecido de todo el país.

Córdoba cercana y sola, Córdoba, abandonada, carne blanda para todos los depredadores que en España son. Que son muchos.

Rafael Mir.

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