Clubs de lectura

El 19 de abril del presente año, el club de lectura de la Biblioteca de Fuente Obejuna me dedicó en el teatro de la localidad un sentido homenaje a mi persona y a mi obra periodística y literaria. Por iniciativa de las mujeres y de los técnicos de cultura, ha nacido en nuestro valle del Guadiato el Club de Mujeres Lectoras con el que estoy en contacto a través de facebook . Me viene hoy a la memoria un episodio del Quijote en el que se trata, y transcribo literalmente, «del donoso y grande escrutinio que el Cura y el Barbero hicieron en la librería de nuestro Ingenioso Hidalgo». Hablando el cura del cristiano poeta don Ludovico Ariosto, maese Nicolás, el Barbero, le espetó : «Pues yo lo tengo en italiano, pero no lo entiendo». A lo que el cura respondió, algo mosqueado : «Ni aun fuera bien que vos le entendiérades». Una impertinencia, sin duda, la del cura, pues ya nos gustaría que todas las personas que leen, aunque leyeran poco, entienderan a Ludovico Ariosto en italiano o castellano y otro gallo nos cantaría si se ocuparan los espacios de las ferias del libro de lectores de todos los pelajes ávidos de encontrar para leer no sólo a Ariosto y otros poetas y novelistas de antes y de ahora sino, lo que sería ya un milagro, libros de los filósofos más lúcidos. Puestos a imaginar imagino a tales ávidos lectores interesándose por la Crítica de la Razón Pura de Kant o el Ecce Homo de Niestzche. Lo digo sin ironía, ya que el que escribe, aunque sólo fueran artículos de opinión, está necesitado de que lo lean, aunque no lo entiendan del todo, y este mundo sería mejorado y entrado en razón. El problema está en saber quien es ese «todo el mundo» para el que se deba escribir. Unamuno contaba el caso de un pintor amigo suyo que solía pedirle libros prestados con una condición, que no fueran «novelas o cosa que entendiese todo el mundo» sino «algo que no entienda del todo, alguna cosa de filosofía, algo enigmático». Por lo visto a tal pintor le gustaba ponerse a imaginar sobre las páginas de un libro oscuro, inquiriendo lo que allí se quería decir e intentando llenar por su cuenta las lagunas de su incomprensión del libro en cuestión. Suele ocurrir que tal comportamiento se da a nivel de ciertos lectores de poesía cuando el lector interpreta a su libre albedrío lo que el poeta ha puesto en verso. No es mala metodología y en esta cuestión lo singular es que haya tantas interpretaciones de un libro como posibles lectores, dado que el pensamiento no es propiedad enajenable. Hacer pensar y sugerir es tan importante como crear opiniones propias de una lectura ajena. Eso enriquece no sólo al libro escrito sino al propio lector en su circunstancia de receptor del mensaje. Si todos los barberos de aquel lugar de la Mancha (de cuyo nombre siempre nos acordaremos los que leímos el Quijote ) hubieran entendido a Ludovico Ariosto en su lengua vernácula o los de ahora a Ibsen, ni el Ingenioso Hidalgo hubiera sido cuestionado en su razonable locura ni se hubiera llegado a estos términos de que no se lea o se lea tan poco que parece llegado el momento de pensar que verdaderamente somos lo que somos, un desierto reinante de incultura ante el que se deprimen libreros y escritores, por muchas ferias del libro que se celebren y mucha campaña de fomento de la lectura a la que se apliquen las autoridades pertinentes. Que obras son amores y no buenas razones. Cierto es también que en cuanto al entendimiento o comprensión de un libro hay veces, y eso ocurre fundamentalmente con la poesía, que ni los que escriben suelen tener muy claro lo que ponen sobre el cuaderno en blanco donde se depositan las ideas. En ocasiones surgen del pensamiento elucubraciones que debes expresar para ver si tú mismo las entiendes y necesitas exponerlas al lector para aclararlas ante tu propio pensamiento. Y luego, que el lector haga de su capa un sayo, que las interprete y las elabore a tenor de su entendimiento. El que escribe se propone distraer pero también hacer sentir o hacer pensar al lector, más que dárselo pensado.

En ocasiones viene bien no entender del todo lo que se lee, pues lo enigmático, lo nebuloso, es un aliciente de la lectura.

Carlos Rivera Ortiz. Escritor.

Related Images:

Enlace permanente a este artículo: http://www.bibliotecadefuenteovejuna.com/2013/07/clubs-lectura/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.