Marí Nieves Mellado Caballero. (Relato)

Mari Nieves Mellado Caballero

AÑORANZA DE OTROS TIEMPOS

 

… Los tres amigos siguieron el curso del regajo completamente seco.

En el lugar donde antaño hubo una alameda, apenas quedaban restos de lo que fue.

En otros tiempos, su cuenca era un remanso cálido y húmedo, protegido de los rayos del sol y la frescura que el agua le ofrecía.

Esbeltos álamos que se elevaban hacia el cielo y aferrándose a sus troncos, trepaban las zarzas y madreselvas.

El mastranzo, los berros y el poleo aportaban al entorno una nota de colorido y olores.

Ya todo ha cambiado; tan sólo queda algunos vestigios de cómo fue en otros tiempos.

En silencio, continuaron el descenso poco pronunciado del terreno, hasta llegar donde se unen el arroyo Valde-Higuera, con el Buen-Seguro.

Cansados, se sentaron a la sombra de unos álamos jóvenes y escuálidos.

Era media tarde, de un día de finales del mes de agosto, el calor era sofocante.

Contemplando el panorama, uno de los amigos se quedó ensimismado; hacía muchos años que faltaba del lugar, y no podía creer lo que sus ojos le estaban ofreciendo.

Era increíble pensar, en un pasado no muy lejano, en esa misma época del año, que difícilmente se podría cruzar a la otra orilla, y ahora el lecho estaba completamente seco y la tierra resquebrajada.

Cerró los ojos, y por un momento en su recuerdo, pudo ver cómo fue aquel paisaje.

El rumor de sus aguas cristalinas de las que tantas veces bebió. Sus charcas profundas, llenas de vida, donde saltaban ranas y galápagos ante cualquier perturbación.

Recordó el majestuoso vuelo de la libélula, que se posaba esplendorosamente sobre las aguas, para luego volver a remontarlas.

Los peces que de todos los tamaños saltaban corriendo abajo.

El olor de las huertas cercanas, que desprendían la fragancia de las hortalizas y frutas maduras.

La sombra alargaba de los álamos, fresnos, chopos y otros árboles y arbustos de ribera que acompañaban el curso del arroyo, y que servían de cobijo a jilgueros, ruiseñores, que unían sus trinos con el murmullo de las agua.

Todos los recuerdos le produjeron una gran tristeza y melancolía.

Sus amigos, lo devolvieron a la cruda realidad.

-¿Qué recordabas?, le preguntó el otro amigo.

¡No podéis imaginaros lo que en otros tiempos fueron estos parajes!.

… Cuando yo era joven, vivía cerca de aquí, y venía con frecuencia a respirar esta paz.

Así, así fue como Juan, de regreso a la aldea, recordó con nostalgia otros paseos junto al pequeño arroyo.

 

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