Más belleza para Piconcillo

José María Jurado es un artesano que está dejando un gran legado a su pueblo.

Es tan modesto que repite hasta la saciedad que «yo no soy tan importante para salir en el periódico». Y tan honesto que son innumerables las personas que le aprecian. La vida de José María Jurado Alcalá ha estado siempre ligada a Piconcillo, núcleo de población mellariense que cuenta con algo menos de un centenar de habitantes, con una gran afición a la astronomía y con unos paisajes realmente bellos. Ahí comienza la historia de este mellariense que cuando solo contaba con 16 años tuvo que trabajar, primero en la construcción –en los astilleros de Bilbao– y más tarde, como camarero en Suiza.

Tras aproximadamente otro medio año en Bilbao, la crisis lo lleva hasta las plataformas del Mar del Norte, desde las que regresa en 1971 a Piconcillo, fecha en la que conoce a la que hoy es su mujer, su amiga, su principal apoyo y la madre de sus hijos, Carmen Romero Fernández. No obstante, José María debe volver a Suiza, donde consigue empleo en unos viveros de árboles, pero viene al núcleo mellariense para casarse primero y, más tarde, para que Carmen pueda dar a luz en Piconcillo a su primogénito, Alberto. Cuando esto sucede emigran a Reus y Jurado Alcalá consigue trabajar en una empresa petroquímica, de refinería e instalación de tuberías. Nacen sus hijas Mónica y Sonia y una nueva crisis laboral les trae de nuevo hasta Piconcillo, donde instalan un mesón. No obstante, José María realiza un curso de fontanería «para perfeccionar mi trabajo y así poder tener más salidas». Después trabaja en El Cabril instalando las tuberías de abastecimiento de la planta de hormigón. El diploma de su curso lo envían al Ayuntamiento, donde trabajará hasta su jubilación, en el 2007. Jurado Alcalá realiza tareas de fontanería y carpintería metálica, colaborando en la confección de la estrella de la ilusión de la cabalgata de los Reyes Magos, en faroles para la Semana Santa o en distintos elementos de atrezzo para las representaciones de Fuenteovejuna , de los que en la pasada edición le dijeron que «eran piezas de museo», refiriéndose a los que fueron utilizados en las escenas de tortura.

Este mellariense también tocó el saxo durante cinco años en la banda, afición que comparte con su hijo Alberto, quien estrenó su primera suite en enero del 2007. A raíz de la boda de una de sus hijas, José María fabricó para la iglesia una cruz, una veleta y un atril, además del soporte de uno de los cirios. A sus vecinos les ha hecho varios onofres y en estos momentos está reparando un trillo antiguo. Pero como el amor por su aldea y la generosidad de este hombre no tiene límites, a la entrada de Piconcillo, en el denominado Parque de la Carretilla, ha realizado en piedra un pequeño muro, un arriate y, en la pared, una hornacina con la Virgen del Carmen, en honor a su pareja.

Por la misma zona ha instalado unos arados y en algunas calles las placas con sus nombres, sujetas con elementos de forja.

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